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Espacio de relajación y reflexión, el diván tiene sus orígenes en la antigüedad al discurrir a largo de las paredes de las viviendas romanas más acomodadas y constituir en la arquitectura palaciega islámica una estancia privada común para el reposo y el deleite.

"El diván de Nur" viene a ser un lugar virtual para la catarsis que provocan enclaves, historias, vidas, ciudades, sitios y paisajes del mediterráneo.


Una mirada introspectiva, retrospectiva y exploratoria por al-Andalus, el Magreb y la diversidad cultural del Mare Nostrum de una historiadora en permanente búsqueda

jueves, 7 de noviembre de 2013

El ensanche de Tetuán: Síntesis de su historia arquitectónica*


Tetuán, como ciudad exportada, simboliza la huella física más importante de la presencia española en el Norte de Marruecos. Un examen exhaustivo de las principales construcciones y artífices de su Ensanche, nos hace que percibamos la imagen más exacta de las diversas arquitecturas española y europea que se prolongan e inscriben sobre suelo tetuaní. Igualmente, Tetuán conoció un proceso de continuidad arquitectónica, principalmente de Andalucía, donde el medievalismo islámico no fue asumido como un estilo colonial, sino como un reflejo de una de las variantes estilísticas que se proyectan en España, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta los años treinta del siglo XX. Nada mejor para aproximarse a Tetuán que observarla desde la altura. Y ningún mirador a ras de cielo es más apropiado que el edificio La Equitativa, el inmueble más emblemático del ensanche. El horizonte abruma con una panorámica donde la línea aerodinámica del arquitecto Casto Fernández Shaw, impone su arquitectura futurista.
La medina está recluida en su recinto y más bien conservada, dispuesta a ser recorrida a pie, disfrutando de su escala humana, de su armonía, animada por sus asimetrías y quiebros que juegan con la percepción y los sentidos. Por su riqueza formal y por su llamativa estética, constituye una esplendida muestra de esa tipología urbana tan característica del mundo islámico con la que ha expresado la vitalidad de su vibrante vida ciudadana una sociedad en la que han alcanzado a integrarse, sin perder sus referencias andalusíes, las tradiciones culturales de árabes y magrebíes.

Medina de Tetuán. Mariano Bertuchi.







La medina tetuaní extiende así su laberinto de callecitas zigzagueantes a veces rebosantes de una intensa actividad comercial, edificada sobre una vertiente que va desde las alturas de la alcazaba, junto al arruinado cuartel de regulares y a las tumbas de los fundadores, hasta el vasto espacio sobre el que descansa la judería, no lejos del Feddan, la plaza de España que se abre ante el palacio Real y sirve de nexo entre la medina y el ensanche español. Pero el desconcierto inicial de quién pasea por la medina da paso poco a poco a la fascinación, caminar por el ensanche es ir descubriendo capas, pliegues, esquinas remotas de la historia.

Así es lo mejor del urbanismo español en el norte de Marruecos. Así es Tetuán, una mezcla de expresión de poder y fraternidad. Las huellas estilísticas inscritas y plasmadas en su espacio urbano y que dan forma a su arquitectura, reflejan todavía hoy las ambiciosas intenciones de los diferentes arquitectos y urbanistas españoles. 
El Tetuán español nos depara varios secretos arquitectónicos.
Se puede asegurar que no hay un estilo único y sí todo un conjunto de arquitectos con su propio estilo manifestado en la calidad de sus proyectos realizados en dicho espacio urbano.Los edificios públicos se distinguen por su excepción arquitectónica y su decorativa y simbólica suntuosidad, consolidando así el equilibrio del conjunto. 
En calidad de capital del Protectorado, Tetuán fue dotada de prestigiosos edificios situados todos en este nuevo barrio: el Ayuntamiento, el Palacio de Justicia, Correos –Sede del Instituto Cervantes– Hacienda, Asuntos Indígenas. 

Hasta la guerra civil, la altura de los edificios estaba estrictamente controlada, y las construcciones no sobrepasaban tres o cuatro plantas. La jerarquía y las dimensiones de las vías crearon una fluida e inteligente estampa visual. Así, la anchura de las calles, que oscila entre 12 y 15 metros, corresponde perfectamente a los tres o cuatro niveles de edificios.


Instituto Cervantes. Carlos Ovilo Castelo.



Hay un estilo único y sí todo un conjunto de arquitectos con su propio estilo manifestado en la calidad de sus proyectos realizados en dicho espacio urbano. Los edificios públicos se distinguen por su excepción arquitectónica y su decorativa y simbólica suntuosidad, consolidando así el equilibrio del conjunto. A pesar, a veces, de la simplicidad de las construcciones, cada edificio se inscribe dentro de una lógica de conjunto. El volumen, las proporciones, las formas y el decorado expresan la coherencia de los arquitectos. Ahí es donde reside el encanto de estas manzanas. 

Desde los años 20, Tetuán recobró los aspectos de una inmensa obra donde los constructores fueron experimentando diferentes corrientes de la arquitectura contemporánea. Junto al modernismo de José Gutiérrez Lescura, con su proyecto para el Pasaje Benarroch, destacamos una interesante y orientalismo que se manifestó en casi toda Europa. Fue el resultado del interés intelectual, científico y cultural por esta herencia durante el siglo XIX.


  Edificio modernista del Pasaje Benaroch. José Gutiérrez Lescura

































En Tetuán, las consecuencias del interés por el arte árabe condujeron a la promulgación del Dahir (decreto) de 1913 que ordenaba la protección total de las medinas. Por eso, la administración colonial estableció la Junta Superior de Monumentos Artísticos e Históricos en 1919. Los promotores de las primeras obras desarrollaron una arquitectura que no consideraban como exótica, debido a la proximidad de Andalucía. Incluso su presencia en Marruecos, y especialmente en una ciudad edificada por los andalusíes, hacía que estuviesen más atentos a las tradiciones hispanoárabes que pertenecían a la historia de los dos países.

La arabización no se limitó a los grandes monumentos, atravesó todos los tipos de vivienda y todos los niveles de la arquitectura: la estructura de los edificios, los materiales de construcción y, sobre todo, todas las formas decorativas. Este lenguaje fue empleado en los edificios como las mezquitas, el mercado, las escuelas, la estación de ferrocarril, los inmuebles administrativos y residenciales, el matadero y el teatro.

Algunos edificios parecen haber dado lugar sólo a meras aplicaciones de elementos decorativos o estructurales que proceden de la arquitectura musulmana, como las almenas, los minaretes, las torres de guardia, los arcos de herradura, o los elementos decorativos, tales como los azulejos, el estuco o la madera esculpida que fueron usados con la finalidad de alcanzar la plástica del arte nazarí. 
En los años 30, una nueva orientación de la estética se dibujaba y se concretaba en una visión más modernista, más sobria, mas concisa y relativamente despojada de la primera arabización. 
Edificios construidos en este lenguaje dan fe de una ponderación en el empleo de la ornamentación árabe. Nada de símbolos realistas, nada de signos que relaten la identidad de la forma, nada de repetición abusiva, la arabización se reveló más sutil y austera.

La corriente ‘art-déco’. La Segunda República vivió un corto periodo durante el cual proliferaron las ideas de modernidad y de progreso. Asimismo, en el área de las artes y de la arquitectura, una gran creatividad vanguardista europea conquistó España. Durante el periodo de 1936 a 1942, los arquitectos pertenecientes a la generación de 1925, fueron los promotores de la importación de estas formas arquitectónicas vanguardistas internacionales en Tetuán, transmitiendo la óptica art-déco. 
Múltiples ejemplos se encuentran en el Ensanche, donde prolifera una gran riqueza decorativa y una gran imaginación de los artesanos (maallems) en la elección de los motivos geométricos y florales omnipresentes en la madera, la escayola, la piedra, la cerámica o la forja de hierro.
Son edificios de tres o cuatro plantas que presentan unos elementos comunes: amplios soportales, galerías corridas en la planta superior, aleros realzados, líneas curvas de amplio despliegue, que ocupan amplios sectores de la fachada, balcones en saliente rompiendo la línea recta con aleros semicirculares sostenidos por columnas, paños de fachada realzados en octógonos.

La corriente neoherreriana. Una vez finalizada la guerra civil española, el régimen de Franco llevará a cabo en el Marruecos jalifiano una uniformidad estilística que vendrá a reforzar la imagen de reconstrucción nacional, partiendo del hecho de desestimar todo aquello que el periodo republicano había realizado.

Aparece una arquitectura herreriana, rotunda, monumental, plagada de frontones, de columnas y de paramentos encalados en la que resaltan piezas de piedra: almohadillados, cornisas y columnas, y de los que sobresalen potentes torres en las esquinas, rememorando la arquitectura de El Escorial. 
Así, mientras en la península se sientan lentamente las bases de la reconstrucción, en Marruecos se plantean nuevos ensanches y se debate sobre la adecuación y preservación estética de diversas formas arquitectónicas. Indudablemente, la explicación a este aparente desajuste radica en la especial consideración con la que el protectorado es tratado por la dictadura de Franco, al ser punto de origen de la rebelión militar de 1936 y territorio con el que se identifican buena parte de los militares africanistas entonces en el poder, así como por la voluntad de convertir la zona en escaparate internacional de las intenciones y los utópicos sueños imperialistas del franquismo de los años 40.

El arquitecto Juan Arrate Celaya, colaborador de Pedro Muguruza, optó por el neoherreriano, muy del gusto de la propaganda franquista en muchas de las realizaciones públicas del Tetuán jalifiano: Correos, Delegación de Agricultura, Pabellones Varela, Delegación de Economía  convirtiéndose en el autor más representativo de este estilo arquitectónico.


Edificio de estilo neoherreriano en Tetuán. Juan Arrate Celaya.
La corriente moderna. El movimiento inspirado en la arquitectura moderna internacional se expresó también durante aquel periodo y desempeñó un papel no menos importante en la confección del espacio urbano del ensanche.  A través de sus sobrias líneas y sus desnudas superficies, plasmó relevantes edificios e inmuebles residenciales como el Torreón de la estación de autobuses creyendo en la influencia del clima de la arquitectura mediterránea marroquí.

Los arquitectos modernos nunca pretendieron imponer a los habitantes un modelo de vivienda popular importado de Europa, ni siquiera “inventar” uno que se adaptase a su forma de vida. Su tarea se centrará en retomar la esencia de las tipologías tradicionales, racionalizarlas y exaltar algunas de sus propiedades espaciales dirigidas a la clase pudiente española y hebrea, y por otro a los sectores más pobres entre la población indígena.

A lo largo de este siglo XX, los arquitectos españoles instalados en dicha región encontraron posibilidades idóneas para dar rienda suelta a sus personales creaciones, partiendo de distintos conceptos y agrupados en diferentes escuelas. Este es el caso del omnipresente Carlos Ovilo Castelo que ha sido el definidor del ensanche y con diferencia quien más ha construido, al gozar en su época de gran reconocimiento y de una clientela fiel entre la burguesía tetuaní, aunque con el paso del tiempo su figura se ha visto eclipsada por la sombra de José de Larrucea Garma, Alfonso de Sierra Ochoa y Casto Fernández-Shaw, entre otros.
 
Entre los arquitectos que intervienen durante todo este periodo, para nosotros José de Larrucea Garma es el personaje más emblemático de una tendencia en la que la arquitectura oscila entre el racionalismo y la tradición, y en la que podemos encontrar la fusión entre la cultura del norte y la mediterránea. En su trayectoria profesional son significativos los contactos que mantuvo con el Marruecos jalifiano, desde que en 1923 se mudó a Ceuta y unos años después fue destinado al servicio de construcciones civiles de la delegación de fomento de la Alta Comisaría en Nador, donde realizó varios proyectos para la zona oriental. 

Edificio de la Equitativa. Casto Fernández Shaw.
Larrucea es un ejemplo de cómo se puede hacer compatible la tradición con la modernidad. Sentía gran admiración por el modo en que Francia asumió su papel colonizador y trasladó el “estilo de estado” o “hispano mauresque”, muy de moda entonces en el Marruecos francés, al Tetuán jalifiano en una obra tan emblemática como el Banco de España.

Banco de España. Edificio de la corriente del movimiento moderno. José de Larrucea Garma

Según Fullaondo, Casto Fernández Shaw es el gran ecléctico de la arquitectura contemporánea española. Su obra mantiene su plena vigencia en los albores del siglo XXI. Artista, inventor, arquitecto, la mixtura de su personalidad se manifiesta a la vez en la sucesión de estilos con los que amenizó su vida, desde el racionalismo al eclecticismo, del regionalismo al futurismo. Un arquitecto que quiso ser ingeniero, un racionalista y expresionista, un visionario de ciudades futuristas y antiaéreas.

Otro aspecto fascinante es la libertad con la que vivió toda su vida profesional, lo que le permitió adentrarse en aspectos como las técnicas de fabricación. Su obsesión por los procedimientos en serie le llevó a diseñar su prototipo de casa en forma de medio huevo con aire de proyectil, que no pasó de la maqueta. Fue un megalómano o visionario como Gaudí, del cual se inspiró para proyectar sus torres hiperboloides. Su nombre quedó ligado de por vida a una relación de edificios insignes, de importancia histórica para la ciudad de Tetuán como el mercado y La Equitativa que bebe de diversas fuentes racionalistas al que se añaden referencias explicitas a la tradición autóctona. 

*Nuestro agradecimiento al profesor Akalay por aportar su encomiable trabajo a este blog.

©Mustafá Akalay Nasser. Geógrafo-Urbanista.Profesor Adjunto Universidad Paris 13.  
Extracto del Artículo de la Revista Akros.Julio.2013.