BIENVENIDO/A

Espacio de relajación y reflexión, el diván tiene sus orígenes en la antigüedad al discurrir a largo de las paredes de las viviendas romanas más acomodadas y constituir en la arquitectura palaciega islámica una estancia privada común para el reposo y el deleite.

"El diván de Nur" viene a ser un lugar virtual para la catarsis que provocan enclaves, historias, vidas, ciudades, sitios y paisajes del mediterráneo.


Una mirada introspectiva, retrospectiva y exploratoria por al-Andalus, el Magreb y la diversidad cultural del Mare Nostrum de una historiadora en permanente búsqueda

domingo, 5 de mayo de 2013

El inconsciente poder del té en el Magreb


Siempre me pregunto por qué no sabe igual un té en el Norte del Mediterráneo que en cualquier lugar del Magreb. Y es que tomarlo en el mundo árabe adquiere una significación muy profunda ya que sella compromisos y alianzas, suaviza tensiones y otorga hospitalidad y amistad a quienes traspasan moradas.

Un sinfín de actitudes inconscientes  comienzan desde su elaboración hasta levantar la tapa de la tetera para echarla en ebullición sobre ramos de hierbabuena. Misterio de un ceremonial repetido constantemente y que forma parte de un universo propio y cotidiano.

A pesar de que el té, es bebida relativamente reciente e implantada desde el siglo XIX, fue rápidamente absorbida hasta constituir uno de los distintivos costumbristas de las culturas islámicas.


Los marroquíes siempre bebieron infusiones de menta, verbena o ajenjo, hierbas de conocidas propiedades purificantes y digestivas acompañadas por tomillo o azahar que enseguida asumieron los beneficios de la nueva planta [1].


Un hábito que también compartían andalusíes durante la Edad Media al consumir un variado repertorio de tonificantes como “Al-farah” (alegría), mezcla de canela, clavo, menta, hojas de cidro, áloe, laurel envuelta en una bolsita de tela que luego hervía en la marmita.




El , por tanto, adquirió pronto el valor de un bien preciado. Al menos así nos lo da a entender Paul Eugene Blache que en un viaje a Marruecos en 1859 se sorprendía al ver cómo algunos de sus habitantes lo guardaban recelosamente en cofres cerrados por llaves que sacaban cuando lo tomaban y volvían a esconder en espacios ocultos de las casas.

La costumbre se extendió tanto que con menta es hoy la bebida más característica del país y en casi ninguna casa por muy modesta que sea, falta un juego compuesto por una bandeja-mesita “seniya”, vasitos de cristal siempre superiores al número de personas, tetera, un azucarero y una “meracha” o perfumador con agua de azahar. Su preparación y servicio obedece a una serie de reglas  hasta el punto de que en bodas y recepciones ostentosas se encarga a un especialista que conoce los ingredientes, proporciones exactas, temperatura idónea y la artificiosidad de escanciarlo. 


Como aquel venenciador que eleva lo más alto posible el néctar de Baco, se vierte el líquido desde una cumbre que choca con el vaso sin salpicar en un ambiente de absoluto silencio, concentración y calma.

En espacios domésticos, las mujeres suelen oficiar el ritual no rechazable ya que con este gesto se invita al hermanamiento, a la convivilidad y a la bienvenida, lema que queda inscrito hasta en el borde de algunos vasitos de te: “ahlan wa sahlan”.


El escanciador o escanciadora retorna el vaso a la tetera varias veces  y llega el momento de invitar al sentido del olfato aspirando una sabia mezcla de fragancias dependiendo del anfitrión: limón, sándalo, jengibre, azahar, geranio, mejorana o  hierba luisa. 

No sabemos si el gusto por el jengibre hunde sus raíces en la bebida que probarían los creyentes en el paraíso cuya sura setenta y seis dice: “En él se escanciará un vaso en cuya mezcla habrá jengibre”.[2] En todo caso siempre fue una de las especias más apreciadas en las cocinas más refinadas desde tiempos remotos.[3]

A veces, la primera hoja de la flor de naranja suele guardarse con ámbar en cajitas de plata , valioso acompañante que desprende aromas incitadores para beberlo.

La alta temperatura del té y la cuidada parsimonia de la espera, dignifican el sabor de la bebida a pequeños sorbos que la sobredimensionan si es acompañada de dulces diversos. 

Y así, al decir “allah bi’taiki al-saha” no sólo disfrutamos de la exquisitez del té elogiando a quien lo ha preparado, sino se cierra de este modo, un ritual redundante y nada anodino, hasta la espera de gozar de la siguiente invitación
©Virginia Luque Gallegos. Todos los derechos reservados. Citar el blog si se toma como referencia.


[1] HAL, F. Les saveurs et les gestes. Cuisines et traditions du Maroc.Paris.Stock. 1996.

[2] El Corán. Trad. Juan Vernet. Óptima. Barcelona. 1999.


[3] GARCÍA SÁNCHEZ, E. “Especias y condimentos en la sociedad andalusí. Prácticas culinarias y aplicaciones dietéticas”. El sabor del sabor: hierbas aromáticas, condimentos y especias. Universidad de Córdoba. Córdoba. 2004.