BIENVENIDO/A

Espacio de relajación y reflexión, el diván tiene sus orígenes en la antigüedad al discurrir a largo de las paredes de las viviendas romanas más acomodadas y constituir en la arquitectura palaciega islámica una estancia privada común para el reposo y el deleite.

"El diván de Nur" viene a ser un lugar virtual para la catarsis que provocan enclaves, historias, vidas, ciudades, sitios y paisajes del mediterráneo.


Una mirada introspectiva, retrospectiva y exploratoria por al-Andalus, el Magreb y la diversidad cultural del Mare Nostrum de una historiadora en permanente búsqueda

martes, 26 de febrero de 2013

OUJDA, la inesperada


La Región Oriental resulta desconocida para los viajeros que acostumbren visitar ciudades imperiales de Marruecos como Fez, Marrakech, Rabat o Meknes. Si bien es cierto que una semana no da para hacer una descripción adecuada, me limito solamente a bocetar impresiones en este viaje que por razones de trabajo casi pudo considerarse de paso.
Desde la frontera de Beni Ansar, junto a Melilla, el trayecto que bordea la costa mediterránea se hace bastante ameno. Entre algunos declives, que desvelan la belleza del mediterráneo, asoma Nador y el Cabo de Agua donde pueden divisarse las Islas Chafarinas, tres pequeñísmos islotes de soberanía española y en los que en alguno de ellos se avista un acuartelamiento militar.

Mi destino era Oujda, a unos quince kilómetros de la frontera con Argelia, hoy cerrada. Antes de llegar a la capital de la región oriental, llama la atención un reciente complejo resort cerca del pueblo de Saidía en cuyos alrededores hay una carretera la que sirve de límite entre Marruecos y Argelia. Como las relaciones diplomáticas de los dos países están rotas y  no hay puestos fronterizos, al menos no demasiado cerca, la calzada suele ser punto de encuentro de algunas familias mixtas. Traspasando bosques, acantilados y litoral, empiezan a proliferar llanuras a medida de que avanzamos hacia el interior, cuyas dehesas dejan pastar a los corderos más afamados del país. 

En el pueblecito de Beni Drar tienen su templo gastronómico. Parada obligada para los amantes de una buena carne, se convierte en el más destacado punto de aprovisionamiento de Oujda y la región oriental. Las reses frescas, colgadas y recién sacrificadas pululan por doquier.  De hecho las carnicerías sirven también de asadurías-restaurantes donde poder degustar los diferentes manjares a la brasa. Y sobre todo las columnas de humo de barbacoas dan a este municipio un olor y una imagen característica, difícilmente olvidable. No hay excusa para no probar el cordero del que se aprovecha prácticamente casi todo poniéndose a la parrilla sesos, higados, costillas, corazón, costillas, cabeza y otras partes del animal. 

Beni Drar. El municipio de la Región Oriental donde encontrar quizás el mejor cordero de Marruecos

Si accedemos a Oujda, a simple vista sin penetrar en la medina, resulta difícil creer que sea una ciudad milenaria por su aspecto radiante y moderno. Con más de medio millón de habitantes aproximadamente, su ensanche resulta bien cómodo y ordenado a juzgar por su plano donde aparecen amplias avenidas y espacios verdes como los jardines de Lalla Maryam rodeando las murallas y el Parque de Aïcha donde se ubica el Museo etnográfico. Elegantes edificios franceses de principios del siglo XX conviven con recientes inmuebles en la capital de la región Oriental. Entre ellos el primer instituto de enseñanza secundaria del país, levantado en el año 1915.

Si bien es cierto que su medina no conserva una potencial monumentalidad, Bab al Gharbi da paso a calles muy animadas. El alminar de la mezquita aljama empieza a divisarse siendo precedido por las tres fuentes y por un pequeño arco-pasadizo. El oratorio, es el monumento más antiguo del conjunto histórico, edificado en los primeros tiempos de la dinastía meriní (1298). Como también de ese periodo datan sus murallas y Bab al- Wahab a pesar de ser reconstruida a finales del siglo XIX.  

Mezquita aljama en la Medina de Oujda
Una vez en el interior, pululan tiendas de hilos de sedas, cinturones de brocados, kaftanes de gala y puestos de chilabas que nos advierten por un lado, que Oujda tiene tradición musical como posteriormente precisaremos y que gracias a la lana de las ovejas que pastan por sus dehesas hay surtido de las tradicionales pellizas con mangas largas capucha, propias de zonas montañosas de Marruecos, donde el frío apremia.
No faltan las tiendas de joyas y filigrana, ni tampoco algunos productos alimenticios como los dátiles de la provincia de Figuig. Deliciosos con un inigualable sabor, se caracterizan por su pequeño tamaño, su color amarillento y por no ser nada pegajosos.  No tienen nada que envidiar a los tunecinos de Douz, los argelinos o incluso los jordanos. De hecho acompañan el característico cus-cús de la región llamado al- Tâam bi-l S'men.
Saber leer en árabe el cartel que los ofrecía, me hizo ganar la simpatía de su vendedor. De manera que cada vez que me perdía por la medina y volvía sin querer a la plaza donde estaba su puesto, éste siempre me saludaba, regalándome unos cuantos.

Concurrida tienda de hilos de seda en la medina de Oujda
Insisto nuevamente en que chapurrear algo y tener unas nociones básicas de la lengua semítica, abre más puertas de las que pensamos. Provoca sonrisas, palmadas en la espalda, conversaciones iniciales, apretones de manos y si se prorroga la cosa, incluso hasta un té que lógicamente se siempre se agradece. Té que en la región oriental se suele servir en vaso pequeño y con la hierbabuena en la tetera, a diferencia de los grandes vasos de Tetuán, Tánger y Chefchaouen, inundados de las hojas verdes tan tonificantes.

Apreciados y sabrosos dátiles de Figuig.

Junto a los dátiles, el olor a pan advierte de la proximidad de pastelerías donde se amontonan hogazas y dulces, de los que algunos ya ser vendían en nuestros zocos medievales como documentan ciertos tratados gastronómicos andalusíes.  El equivalente a las perrunas andaluzas elaboradas con almendra y harina son llamadas aquí  غريبة griba, que significa algo así como extrañas.
A mi precisamente no me lo resultaron. Incluso se desgranaban también en mis manos y boca como las de nuestras abuelas. 
No sabemos si resultaban extrañas por ser introducidas por los moriscos y andalusíes, también asentados en esta zona de Marruecos. Pero lo que los oujdíes atribuyen de origen peninsular es una especie de merguez o salchicha de gran tamaño de cordero que se vende guisada e introducida en una kesra o pan redondo.

Dejando la medina, tenía especial interés en visitar a las afueras de la ciudad, una especie de oasis que me recomendaban. Sin embargo, Sidi Yahya Ben Younes, que toma el nombre del patrón, santón de Oujda, puede considerarse más un lugar de peregrinación a modo de parque de recreo.
Una especie de camino similar que me hacía recordar al de las calzadas entre las necrópolis romanas conduce al mausoleo del personaje, entre tumbas bien cuidadas que parecen brotar como arbustos. Entre ellas la de Bou Chikhi cuyo árbol dicen que hace desaparecer los dolores de riñón. No he podido averiguar algunos datos biográficos de Sidi Yahya, tan venerado no sólo por musulmanes sino por judíos y cristianos. Sin embargo quise impregnarme de su baraka accediendo al mausoleo y tocando el catafalco. Sea como fuere, Sidi Yahya vivió en el siglo XIV y se cuenta que llegó a alcanzar los ochenta años. Cada mes de septiembre congrega a los diferentes pueblos y ciudades de la región en una especie de romería (moussem).

Sidi Yahya es a su vez un lugar, agradable, apacible donde los cursos de agua dividen dos orillas salpicadas de pequeñas tumbas entre palmeras, rosales, laureles, fuentes y arbustos. Un campo de experimentación de la antropología de la muerte, también por su uso combinado como espacio de recreo donde poder tomar un te, merendar, almorzar y disfrutar de un lugar paradisiaco, a la par que funerario y sagrado.

Mausoleo-Oasis de Sidi Yahya Ben Younes. Oujda.

Oujda además se conoce por el festival de música Raï, uno de los más promocionados en África y que acoge infinidad de artistas de todo el planeta. El evento sigue la propia filosofía de este estilo musical que con raíces urbanas ouchdíes y argelinas hibrida la aportación de sonidos de pueblos que acogen la población emigrada.
Pero indudablemente la ciudad ha sabido perpetuar cuidadosamente la música andalusí que hunde sus raíces en la corte omeya de Córdoba en el siglo IX, vivió su cénit durante las taifas y prosperó durante las dinastías almohade y meriní. El éxodo de andalusíes al Magreb acabó transmitiéndola para ser propagada desde Marruecos hasta Libia.

Fez, Tánger, Tetuán, Rabat y Oujda, siguen siendo centros de reputada preservación aún con ciertas variedades regionales. Oujda emerge así como un trocito de al-Andalus a través de la música Gharnâtî, término que atribuye su procedencia granadina. Un patrimonio intangible prácticamente extinguido de la península y revivido en las voces, instrumentos y en las nubas interpretadas por sus ciudadanos que se agrupan en asociaciones para preservar este legado cuidadosamente. Melodías que partieron de la orilla norte para quedarse en la orilla sur del mediterráneo y como el vaivén de las olas retorna del sur al norte, para recomponer una identidad compartida.

(Dedicado a quienes siguen fomentando y transmitiendo la herencia incalculable del legado musical andalusí en el Magreb. Especialmente a mis amigos de Oujda. 
Músicos, intérpretes, y agentes culturales)